Mi primer viaje al extranjero fue en 1998. Fui a Estados Unidos para un año de investigación y desarrollo profesional a través del Programa Fulbright. Mis objetivos eran principalmente académicos: cursar cursos en mi campo de estudio, participar en congresos y seminarios, completar mi tesis doctoral y crear redes de contactos personales y profesionales. Sin embargo, pronto me di cuenta de que mi experiencia en Estados Unidos era mucho más que trabajo académico. Había un mundo completamente nuevo por descubrir fuera del aula, y el aprendizaje se desarrollaba en todas partes a un ritmo acelerado. Ya fuera que fuera al supermercado, asistiera a un evento comunitario, viera un programa de televisión o cenara con un amigo, estaba aprendiendo nuevas formas de ser y pensar. Mi mente se estaba abriendo.
En mi nueva vida estadounidense sucedían muchas más cosas que nunca antes en Ucrania, un torbellino de acontecimientos y viajes:

Presentando mi pastel de manzana casero en el Festival Internacional de Comida de la Universidad de Tennessee: ¡tuvo una acogida tan buena! Recorriendo el CNN Center, la sede mundial de CNN en Atlanta, Georgia. Subiendo a la Torre Sears en Chicago, Illinois, uno de los edificios más altos del mundo (ahora llamada Torre Willis) y, de repente, viendo el lago Michigan justo delante de mí. Tomando un café y escuchando jazz en el Hotel del Coronado en el condado de San Diego, California. Mirando las fotografías del rodaje de "Con Faldas y a lo Loco" (1958) de Billy Wilder expuestas en el pasillo del hotel, la comedia más aclamada de todos los tiempos y mi película favorita, protagonizada por Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon. Observando un tiburón nadando justo encima de mí en la exhibición de Tiburones en SeaWorld San Diego, el túnel de observación submarina más grande del mundo. Admirando el retrato de la Primera Dama Jacqueline Bouvier Kennedy pintado por Aaron Shikler en 1970 y expuesto al público en la Sala Este de la Casa Blanca. Aprender a hacer sushi y probar pescado crudo por primera vez en una comida de Año Nuevo ofrecida por una familia japonesa-estadounidense en Arlington, Virginia... y tantos otros recuerdos inolvidables quedaron grabados en mi corazón y alma. Fue un año magnífico, el año más feliz de mi vida.
No hace falta decir que ese año tomé muchísimas fotos y las traje a casa en tres gruesos álbumes para compartirlas con mis amigos y familiares. Fue agotador para ellos ver y comprender el volumen y el significado de todo aquello. Poca gente en Ucrania tenía ordenadores en aquella época; las cámaras digitales, los móviles y los portátiles aún no existían, así que solo pude compartir las fotos al llegar a casa.

Desde entonces, he viajado a 24 países por negocios o placer. Mi casa se ha llenado poco a poco de pequeños recuerdos de diferentes viajes: un par de vasos pequeños de Miami, Florida, muñecas de recuerdo con trajes típicos de Canadá, Cuba, China y Japón, dos pares de zuecos holandeses, una Torre Eiffel en miniatura, fotos enmarcadas de momentos clave de mi vida: la ceremonia de graduación en la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, Canadá, la asistencia a una conferencia de la NAFSA en Washington, D. C. y mi favorita: nadar con delfines en Cuba. No suelo fijarme en los imanes de mi nevera, pero cada vez que veo una pequeña imagen de la calle Petit-Champlain en la ciudad de Quebec, el paseo marítimo de Vancouver o las incesantes cataratas del Niágara, me conmueve. Me siento muy afortunada de haber podido visitar estos impresionantes lugares, sin importar cuánto tiempo haya pasado ni lo que nos depare el futuro.

Me encantaría convertir mis fotos enmarcadas en Hexxas: arte mural hexagonal, un diseño elegante que apareció hace poco en mi tablero de Pinterest. Esto garantizará su durabilidad y liberará espacio en las estanterías para más pequeños recuerdos. Dos ciudades, Vancouver (Canadá) y San Diego (EE. UU.), me han marcado profundamente y a menudo me imagino caminando por sus calles. Sería genial tener mapas de ellas en casa para que estos paseos sean un poco más reales. Como mapa de un país, sin duda elegiría Canadá. Estudiar y trabajar allí durante muchos años resultó ser transformador e inspirador, y me convirtió en una mejor persona y una mejor ciudadana global. En cuanto al mapa del mundo, hay uno de papel en el ático que parece que nunca encuentro. Sería genial tener uno de madera (no quiero que mi habitación parezca un dormitorio por colgar unos de papel) en la sala o incluso en el dormitorio, para recordar el glorioso pasado y soñar con nuevas aventuras. Limitarte a ti mismo, a tus fuentes de conocimiento, ideas y aspiraciones a un solo lugar, una sola ciudad o incluso un solo país ya no es una opción.
Regina Lyahovetskaia
4 comentarios
Artem
I too believe that your home should tell your story. The things that you love and cherish most are collected in one place. There’s no better way of reminding yourself of all your travels than pinning them on a beautiful wall map. Great idea!
Mike
Inspirational and mimicking international students adventures the good the bad and the ugly in one ☝️ article lovely
Avi
Holding this wooden miniature of Great Britain can evoke strong memories of former days or take you on a journey to this enigmatical island! Fantastic!
Avi
I find these wooden pieces so mesmerising! It’ s magic to be able to pick a wooden piece of Great Britain for instance th
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